Las torres corporativas deberán incorporar energías limpias


Por María Gabriel Ensinck.
La Ley de Energías Renovables establece que los grandes edificios deberán proveerse con 8% de energías limpias. Crece la instalación de paneles solares en terrazas y avanzan las regulaciones para construcciones sustentables que impulsan el ahorro energético.
Más del 50% de la población argentina vive y trabaja en ciudades, que hoy representan más del 80% del consumo energético del país.
Particularmente, los edificios son responsables de más del 30 % de ese consumo y es allí donde existen las mayores oportunidades de ahorro y por qué no, de producción de energía utilizando paneles fotovoltaicos para electricidad, sistemas termosolares para climatización del agua y hasta aerogeneradores de baja potencia.
La Ley 27.191 de Fomento para el Uso de Fuentes Energéticas Renovables establece que, para fines de este año, un 8% del consumo eléctrico nacional deberá provenir de fuentes limpias, para alcanzar el 20% en 2025. La normativa obliga a los grandes consumidores (más de 300 kw de potencia), a proveerse de un 8% de renovables para fines de este año. En esta categoría están incluidos desde plantas industriales hasta instalaciones comerciales (supermercados, shoppings) y edificios corporativos con más de 20 pisos, que son considerados «gume» (grandes usuarios menores).
Esto pueden lograrlo de dos maneras: generando energía para su autoconsumo o para volcarla a la red (algo que no todas las provincias contemplan), o comprando esa proporción de energía limpia al distribuidor mayorista.
Que un edificio pueda generar su propia energía, a través de paneles solares fotovoltaicos o térmicos (para calentar agua); intercambiadores geotérmicos (que aprovechan el calor solar acumulado en la tierra para climatización), o incluso aerogeneradores en el Sur del país, es uno de los mayores desafíos en la construcción actual», destaca el ingeniero Roberto Policichio, presidente del Consejo Profesional de Ingeniería Civil.
No obstante, «la cantidad de energía solar que puede generar un edificio como la Torre Madero (27 pisos, 35.000 m2) alcanza para la iluminación de las escaleras, pero no para el funcionamiento de los ascensores o la climatización e iluminación de todas las oficinas», ilustra el ingeniero. «De todos modos -apunta- se trata de una excelente iniciativa ya que tiende a reducir el consumo de energía fósil que además de ser cara dado que Argentina perdió el autoabastecimiento y debemos importarla, aumenta nuestras emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera».
«El concepto «Net Zero», de edificios que generan su propia energía, viene creciendo en el mundo», destaca por su parte Pablo Swiecicki, director del estudio de arquitectura ESARQ.
«En el país hay desarrollos interesantes en Salta, que además de tener una buena insolación para producir energía fotovoltaica y termosolar, la legislación local permite volcar a la red la energía generada. En estos casos se logra abastecer hasta un 5% del consumo», detalla.
Por el momento, el autoabastecimiento energético en edificios enfrenta varios desafíos. «Por un lado, no alcanza la superficie de terraza para la cantidad de paneles solares que se deberían colocar, por otra parte su costo es elevado porque al ser un mercado incipiente, hay pocos proveedores, y por otro lado la energía no se genera en el momento en que va a utilizarse», detalla.
Sin embargo, los expertos coinciden en que «se puede ahorrar entre un 60% y un 70% de energía utilizando termotanques solares para provisión de agua caliente».
La amortización de la inversión «se logra en cinco años, con el nuevo cuadro tarifario», destaca el ingeniero Policichio. Y en edificaciones de gran consumo, como clubes, hospitales y hoteles, el ahorro llega al 80%», asegura.
En tanto, crece la tendencia a la certificación LEED (liderazgo en energía y diseño ambiental) en edificios, ya que permite mejorar la eficiencia energética a través de los materiales de construcción, la gestión de residuos, los sistemas de ventilación y climatización, el aprovechamiento de aguas pluviales y grises (provenientes del lavado de ropa, vajilla y duchas) para el riego o limpieza, la aislación térmica y la instalación de muros y techos verdes.
Fuente: El Cronista